La vida de Shakespeare esconde, como la capa de un mago, todo un cargamento de secretos y maravillas. Sin varita mágica ni gorro de cucurucho con estrallas, podía hacer que te saltaran lagrimones grandes como melocotones en almíbar o en la barriga se te retorciera de risa. A pesar de haberse esfumado hace muchisimos años, sus palabras mágicas siguen cobrando vida cada vez que un actor las pronuncia sobre el escenario. Y entondes, por arte de birlibirloque, un centenar de mundos se derrama hasta en el más diminuto de los teatros.