En opinión del autor, "desde que somos nación independiente y aún antes, durante la dominación española, preocupación constante y dominante. A veces en busca de inspiración y ejemplo; en otras también en busca de ardides que retrasen sus tarascadas o eviten sus ultrajes. Nuestras relaciones con ellos han sido tormentosas, dificultosas y pocas veces beneficiosas, sobre todo en la primera mitad del siglo XIX".