La caricatura polítca floreció en los periódicos de la ciudad de México a partir de 1861, y aprendió a decir lo que en la correspondencia privada circulaba, lo que los rumores esparcían, lo que los volantes efímeros añadían. Los periódicos empleaban un lenguaje propular y dicharachero; sus colaboradores se referían a los más encumbrados personajes, y estaban dispuestos a criticar casi todas las acciones de gobierno.