Aunque tuviera pinta de pasarse el día en las nubes, en la gigantesca barba de Arquímedes no había un sólo pelo de tonto. Podía levantar barcos con la fuerza barcos con la fuerza de una mano, fue uno de los más grandes detectives de la historia y se las ingenió para defender su ciudad de un ejército con la única ayuda de unos espejos. Así que cuando dijo: "Dame una palanca y moveré el mundo", mucho se echaron a temblar y nadie quiso dejarle una.