Juan Manuel de Prada pasó en poco tiempo de escritor inédito a la fama. Y ahora Prada es un orfebre del lenguaje, un maestro de la adjetivación, un insólito conocedor de la técnica de la repetición de términos, lexemas y construcciones sintácticas, amén de un excepcional creador de símiles y metáforas. Aciertan quienes afirman que en su obra el "castellano se salva y prolonga".