Esta obra constituye la tercera entrega lírica de Villanueva y, desde luego, su mejor consecución poemática. Villanueva transmuta de los cotidiano, con mucha habilidad y sensibilidad, los elementos de la poesía de singular libertad metafórica, unida a la sencillez coloquial única que lo hacen distinguirse entre sus contemporáneos como un verdadero artesano del lenguaje.