José de Ibarra, uno de los pintores más prestigiados de su tiempo, fue el encargado ed inmortalizarlo. Puede suponerse que existió una relación estrecha entre el virrey y el pintor o que Ibarra debió de tener un reconociemwnto especial por parte del funcionario, ya que el conde de Fuenclara permitió a Ibarra utilizar su retrato como espacio para hacer una sutil declaración a favor del mismo pintor.
El formato de la obra sigue la tipología de otros retratos de esa época : el virrey, casi de frente y de medio cuerpo mira al espectador, su atavío es sumamente rico y entre los cuidados detalles de las distintas telas y texturas...