En 1507, cuando el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó un mapa del mundo, denominó América a un nuevo continente, descubierto poco antes, en honor al navegante y explorador Américo Vespucio. el nombre hizo fortuna y, años después, se extendió al hemisferio norte de aquellas tierras, aunque no correspondía al de su auténtico descubridor y el propio Waldseemüller reconocía haber errado en la elección del topónimo. esta es la historia de esa curiosa denominación, y también la biografía de un maestro de la autopromoción. el hombre que dio su nombre al nuevo mundo emerge en estas páginas como un acabado producto de una compleja época: aventurero, conspirador, hábil navegante (aunque no al principio), autor de deslumbrantes crónicas de viajes, siempre al tanto de los últimos avances científicos y capaz de apropiarse de honores inmerecidos. Fernández-Armesto ha escrito la primera biografía de Vespucio que consigue distinguir la realidad de la leyenda.