Después de escribir una introduccion a este libro, la arroje al cesto. Era, por una parte, una justificación cuyos argumentos se reducían a uno a uno: siendo yo, según creo, no un bicho excepcional ni un loco, sino un simple ser humano amante de la poesía e interesado en las formas en que se ha expresado y se expresa la poesía, me resultaba lógico suponer que hay otros seres humanos con gustos semejantes a los míos.