El circo como manifestación humana cubre dos facetas: la educación física, en tanto que disciplina y constancia, y la expresión artística en cuanto belleza del alma. Ambas se encuentran íntimamente relacionadas y resulta difícil delimitar y separar con presición cada faceta; pero digamos que en sus inicios, tan antiguos como el hombre mismo, la expresión circense debío haber nacido como una exhibición de habilidad física, de retos que el hombre mismo se planteó y al paso del tiempo fue perfilándose como una necesidad de proyección artística del ser humano.