Valentina Maran tiene el placer -literalmente- de invitar a los lectores a participar en un juego, un juego en el que pocas veces se pierde, que se desarrolla en ese ámbito tan impreciso como sugerente llamado erotismo, y cuyos objetivos son lograr el mayor disfrute. Las reglas son simples: prohibido sentir celos y no respetar a los demás participantes, el juego, principalmente, se realiza cuerpo a cuerpo, piel con piel: pero si uno no vive en la misma ciudad, o está de viaje, se puede participar con sms, enviando imágenes o escribiendo. Se valora tanto la sabiduría en este terreno como la escasa experiencia o, incluso, la timidez. No hay que sentir miedo, ni siquiera cuando se anuncia que se sufrirá algún dolor: la única inquietud es la que procura la emoción de ignorar qué nos ha preparado la autora para la ocasión. Así, Maran nos hace vivir encuentros a tres; nos venda los ojos para citarnos con tres desconocidos situándonos en un escenario cualquiera.