Cada vez que llevamos el taco a la boca celebramos un ritual de siglos. Desde el timepo esplendente de las culturas indigenas, nuestros ancestros obtuvieron el maiz de sus dioses y la bendicion de poder transformarlo en tortilla. Esa maravilla circular contuvo otros alimentos y supo evalucionar asentandose gradualmente en la interminable imagineria popular. Ahora, una pluaralidad de ofrendas culinarias celebra machaconamente la liturgia del taquero, defendiendose de la llamada modernidad que se inclina hacia la prisa insabora a la hora de comer.