El camino real comenzó como un sendero de frágiles huellas de comerciantes nativos que intercambiaban sus mercancías entre el norte y el sur. Los exploradores españoles consolidaron esta ruta hacia el norte en sus expediciones para extender los dominios y la riqueza del Rey de España. Miles de migrantes, mineros, misioneros y mercaderes han recorrido este mismo camino a lo largo de los siguientes cuatro siglos. El sendero que comenzó como un rasguño en la tierra se ha convertido en una ruta colmada de vehículos, trenes y aviones que lo sobrevuelan.
El camino real siguió una ruta marcada por las condiciones del terreno, la actividad volcánica y un clima inclemente labraron una tierra rica en depósitos de plata, cobre, oro, ópalos, turquesas y sal. Los desplazamientos de las placas tectónicas abrieron en el centro de Nuevo México una grieta de más de kilómetro y medio de profundidad, la segunda más larga del mundo, las aguas del deshielo que fluían hacia el valle formaron el Río Bravo y éste fue llenando con sedimentos la profunda brecha. Las eras glaciales definían un tiempo sin fronteras, surgieron enormes desiertos y un mosaico de vida animal y vegetal en perpetuo movimiento se fue adaptando a este ambiente de cambio continuo.