Para cualquier sociedad del mundo, sin importar el espacio en el que se encuentra o el tiempo al que pertenece, la muerte forma parte de la vida. Esa asociación es constante y eterna; sin embrago, los miembros de la especie Homo Sapiens la afrontan y aceptan mediante ritos y cultos que pueden ser simples o complejos y representan un intento social por establecer un nexo entre el ser que fisicamente ya no está presente y cuya materia y alma se transforman para trascender a otro plano o cielo.