Estamos en el umbral del Templo Mayor de Tenochtitlan. Después de varios años de excavaciones, hoy podemos penetrar en el tiempo para contemplar sus restos arqueológicos y ver miles de objetos que durante cientos de años quedaron enterrados en espera del momento en que volvieran a ser vistos por ojos diferentes a los sacerdotes anónimos que los colocaron, con rituales que nos son ajenos, en las entrañas mismas del templo.