Hasta la Independencia, los barrios de indios del sureste de la ciudad de México se mantuvieron al margen de las reformas y la usura urbana. A ellos no les llego la incipiente modernidad, por lo que el orden barrial se muestra como un antiguo régimen tanto por la manera en que sus vecinos describian el espacio como por la ausencia de voces individuales, pasando por la influencia de los párrocos y el peso de la palabra.