No es gratuito que Venustiano Carranza comparta el decimonónico título de «don» con sus antecesores don Benito y don Porfirio. Su padre fue juarista; él, sin saber adepto del régimen del dictador, fue un hombre de su tiempo: un porfiriano. Sin el brillo épico de Villa, Zapata o Madero y con esa imagen de antiguo régimen, no es raro que Carranza haya sido desdeñado, ninguneado o repudiado, incluso por los estudiosos de la Revolución.
Con esta investigación, que devela aspectos poco conocidos de su vida -sobre todo de su formación y actuación políticas durante los gobiernos de Díaz y de Madero-, se resarce una deuda con este personaje histórico. En Carranza. El último reformista Porfiriano se descubre a un político sagaz, coherente, pragmático, que de empleado público de un pequeño poblado de Coahuila llegó a ser senador del a república, y se narra su tirante relación con el candidato y presidente Francisco I. Madero. Éstos son los antecedentes de un héroe anticlimático que, tras el asesinato del «apóstol», fue el único capaz de asumir el liderazgo civil y militar de la Revolución y que, ni más ni menos, sentó las bases de las instituciones vigentes en México durante casi todo el siglo XX y lo que va del XXI.