Nos encontramos gravitando en torno a viejos y recientes problemas que se han enquistado en la vida nacional y que no sólo obstruyen nuestras potencialidades como nación, sino que nos colocan en la ruta de un proceso de crisis económica, política y social de trascendentes consecuencias. Entre estas crisis encontramos, por ejemplo, los elevados índices de pobreza y desigualdad social, corrupción lacerante e impunidad ilimitada, estado de derecho deficiente y, entre los recientes, la delincuencia organizada y la erosión institucional.