Sus profundos ojos verdes deslumbraron por igual a la sociedad porfiriana y a los revolucionarios; nunca imaginó que se convertiría en musa de los más grandes artistas de la época y que formaría parte indiscutible de la historia del arte mexicano.
Carmen Mondragón decidió vivir intensamente y abandonó el exilio en Europa para dejar atrás su etapa de aristócrata. A su regreso a la ciudad de México frecuentó el mabiente intelectual y artístico de los años treinta.