De las puertas del paraíso se ha dicho - y esto habla bien de su caleidoscópica y virtuosa escritura que arranca como una especie de mutación de la cruzada de los niños de Marcel Schwob, pero no demora en transformarse en algo que recuerda mucho a libros como Mientras agonizo de William Faulner o a un Dostoievski condensado pero igualmente polifónico de Los hermanos Karamazov o El idiota, con existencias desesperadas, mesianismos y frenéticas reivindicaciones del amor.