Lusco tenía muchos botes de pintura y una bombilla encima de la cabeza. Pero él no sabía que hacer con todo aquello, hasta que la bombilla se encendió, y decidió pintar un cuadro. La bombilla que se encienden y se apaga lo lleva de idea en idea, de cuadro en cuadro, de vivencia en vivencia, de sueño en sueño