La escritura moderna de la historia honra a los muertos encerrándolos en sus tumbas. El gesto de la escritura necesariamente se separa de la tradición vivida para convertirla en objeto de un saber: la historia. El pasado que influye en la actuación de los vivos quiere ser administrado y ordenado por el historiador. Este saber desea organizar y controlar lo heterogéneo de la tradición, pero ésta, finalmente, no se sujeta a las barreras que le impone esta ciencia.