El principal problema que enfrenta la construcción de naciones modernas radica en afianzar cierto grado de homogeneidad entre los integrantes de una comunidad que se proclama nacional. Se trata no sólo de una voluntas o un deseo, sino de una auténtica necesidad política sin la cual es imposible legitimar el ejerció del poder estatal en una nación que al reclamarse única no puede más que ser excluyente.
Las discusiones en torno al pluralismo y el multiculturalismo en las sociedades contemporáneas resultan urgentes en el caso de una nación como la mexicana, construida de cara a dos presencias "extrañas": por un lados las comunidades indígenas y por otro los flujos inmigratorios. Sobre esta base, cobran relevancia los estudios en torno a la conflictiva relación entre quienes se consideran nacionales y aquellos que no lo son. Este libro pone el acento en las normas y en las prácticas de exclusión en las políticas de inmigración a lo largo de la primera mitad del siglo XX. En un intento por calibrar mejor el caso mexicano, se ha optado por acompañarlo con estudios dedicados a Argentina, Brasil y Cuba.