Arthur Rubistein ha sido, sin duda, el pianista más celebrado del siglo XX. A sus excelentes e inspiradas interpretaciones de Mozart, Beethve, Schubert, Chopín, Brahms y los principales compositores del siglo XIX, Rubistein aunaba su interés oir as obras representativas de principios del XX, ya hablemos de Prokófiev, Granados, Albéniz o Heitor Villa-Lobos. Pero su indiscutible trascendencia en la esfera de la música fue siempre bien acompañada por su asombrosa facilidad para relacionarse con la gente más interesante de su tiempo: las páginas de s autobiografía rebosan de noticias y anécdotas de primera mano relativas a Rajmáninof, Gabriella Besanzoni, Picasso, Nijinsky, Colette, Thomas Mann, Marie Curie, Albert Einstein, Darius Milhaud, Paul Claudel, Jacqueline Du Pré, Blaise Cendrars, Prokófiev, Ravel, Sviatoslav Ritcher... La lista se antoja interminable. Rubistein quiso contar su vida, nos dice aquí, bajo la forma de una sonata "cuyo primer movimiento serian las luchas de mi juventud; su andante, los inicios de una faceta más seria de mi talento: el scherzo, el gran éxito inesperado y el finale, un maravilloso y conmovedor descenlace". |