La Comarca Lagunera, con sus campos cubiertos de algodonales que le dieron fama como una de las regiones más ricas el país, ya no existe. Sesenta y tres años han pasado desde aquel agitado invierno de 1936 en que, por primera vez, se desmembraron las haciendas modernas para darse a los campesinos de las mejores y más productivas tierras. Le tocó a La Laguna ser el campo experimental de la utopía cardenista. Grandes fueron las expectativas, y los medio para realizarlas, escasos.
El tema desarrollado por María Vargas-Lobsinger es la reforma agraria que, a partir de 1917, se manifestó en leyes orientadas a buscar el cumplimiento de los promesas de la Revolución y el otorgamiento de tierras a los campesinos que las reclamaban. Pero en la Laguna los gobiernos posrevolucionarios no se atrevieron a tocar durante veinte años las haciendas productivas, donde se habían desarrollado la agricultura capitalista que surtía de algodón a la industria nacional y generaba divisas para la reconstrucción del país. Fue hasta la etapa cardenista cuando se llevó a cabo la expropiación y el desmembramiento de las grandes plantaciones de la comarca y la formación de ejidos colectivos en unza zona moderna y capitalista, que marcaron profundamente la evolución social, económica y política de México.