Sin eufemismos, agudo y compasivo, Yehoshua Kenaz hace vivir un hospital donde mujeres y hombres ancianos comparten, en el comedor y pasillos, las extrañas relaciones dictadas por su condición física. Aquí conviven, entre otros muchos, Yolanda Moskowicz, Frida, Alegra, el artista plástico Lazar Kogan y su acólito, un antiguo pediatra, con los enfermeros y demás integrantes del cuerpo médico, incluida la enigmática Adela, León y Satana. Dependencia, soledad y locura, obstinación, instinto de preservación. En medio de todo eso, también, la integridad, la necesidad de belleza, el deseo.