La obra de Van Gogh sigue siendo una apuesta a la estética y a la vida, no importa cuanto sufrimiento la fue en ello. Es el pintor de las superficies, pero revela en ellas lo invisible, y cuantas más generaciones se suceden más y mejor se renueva la maravilla de su expresión y el alcance de su genialidad.
Hay sin embargo que recorrer también su vida de miseria y frustración, de soledad afectiva y de deseperación, cuya única salida es la pintura, tener que leer y material para pintar. La ligazón entrañable con su hermano, las cartas que mantuvieron entre ambos para la memoria del afecto y la relativa seguridad de ayuda para el pintor desvalido, bien vale lecturas serenas, conmovidas, renovadas, que trascienden a Van Gogh y nos ligan con el amor, el arte, la vida como expresión de tragedia. Una biografía, sin dudas, también, que se vincula con la soledad que inspira la temática y descuida la desdicha. Todo vale para aprender a ahondar cualidades y contenidos del arte atormentado y deslumbrado de un genio