Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabidurìa solapada y la belleza mortìfera de la falta de seriedad.
Imagine el fantàstico bestiario de Borges tomando el tè con Alicia. Imagine a Jonathan Swift y James Thurber intercambiando notas. Imagine a una rana del Condado de Calaveras que hubiera leìdo realmente a Mark Twain: he aquì Monterroso