La arquitectura necesita de tiempo para arraigarse en el gusto y afecto de las personas que integran una comunidad; muchos edificios no adquieren un reconocimiento inmediato de su valor hasta que las huellas de la historia y su uso reiterado en la vida de una sociedad los va significando como hitos, puntos de referencia urbano o histórica, ya que los edificios constituyen manifestaciones físicas de la cultura de un pueblo, de su forma de ser y de vivir que han quedado impresas en el espacio, pero que también han sido el reflejo de sus sueños y esperanzas, de la captura de recuerdos y memorias de lugares que guardan un significado importante para la población, y que por lo tanto, les confiere un valor.