La religión tuvo un papel fundamental en la época virreinal como elemento indispensable para fundir poblaciones dispares en creyentes de una misma fe. La unión del Trono y el Altar rigió el orden político-colonial. La gestión de la Independencia Nacional entre 1808 y 1821 provocò la ruptura de esta mancuerna y multiplicó las voces del clero y las expresiones religiosas.